jueves, 23 de abril de 2020

Unordered

“He succeeded in being considered totally uninteresting.
People left him alone. And that was all he wanted”
Perfume: The history of a Murderer. Patrick Süsking


—La gente ordena los libros de diversas formas— dijo agachando la cabeza para poder
coger con sus labios el cigarrillo directamente del paquete. —Algunos prefieren
ordenarlos por colores. Entras en su salón y parece más una revista de decoración que una
casa habitada. Está claro que esa gente valora los libros por cómo encajan en su entorno y
no por lo que son en realidad. Me los imagino en una librería midiendo el ancho y el alto del
dorso, y comparando el color con uno que llevan de muestra en una bolsa de plástico.

Estuvo unos segundos absorto en la imagen que había creado en su cabeza, hasta que
volvió a agacharse para encender el cigarrillo con el fuego que le ofrecían. Le dio una
calada profunda, y el sonido de la cadena a la que sus manos estaban esposadas chirrió,
haciendo que su atención volviera a la sala de interrogatorios.

— Otra gente prefiere ordenarlos por temas. Y luego por autores, y luego incluso por
idiomas o por ediciones. Tienen un verdadero sistema bibliográfico para encontrar
cualquier libro en un par de segundos. Filosofía, Edad Moderna, Hegel, versión original en
alemán. Tremendamente óptimo y aburrido. Afortunadamente la mayoría se abstienen de
ponerles esas pequeñas etiquetitas con la referencia. Eso sí sería un verdadero crimen,
¿no cree, Keeswood? — media sonrisa, una ceja un poco enarcada y una nueva calada.
Ahora se perdió en el rojo del ascua. Otro par de segundos eternos. Las cadenas rozaron
de nuevo al golpear el cigarrillo con el dedo índice para eliminar la ceniza sobrante, con el
suficiente esmero para que no cayese ni una mota en sus pulcros pantalones. Tres golpes
rítmicos.

—Algunos, que tienen multitud de libros, buscan maximizar el espacio, y aunque tienen
algún sistema para ordenarlos, suele primar el tamaño de los mismos. Los grandes detrás,
en doble fila, y los pequeños delante. Algunos en horizontal, apilados, si la batea no es lo
suficientemente alta para que quepa el libro de arte pop americano de Taschen en gran
formato, o esa edición especial anotada en tapa de dura del Ulises de Joyce. Comics en
formato doble, de lujo, con el olor del entintado asaltando los libros vecinos. Hay que
reconocerles que su amor por los libros es mayor que el amor por su hogar, ya que
probablemente podrían tener un espacio mucho más amplio si tuviesen menos. Pero,
¿para qué querrían ese espacio, si no fuera para llenarlo de libros?.

Keeswood era el único que permanecía tranquilo en la sala, era el único que lo conocía y
sabía que no iba a obtener nada si apresuraba las cosas. Sin mover la cabeza, desvió la
mirada hacia sus dos compañeros, cortando sus palabras antes de que salieran de sus
bocas abiertas. Volvieron a cerrarlas y Keeswood volvió a centrar toda su atención al
frente.

— A mí no me gusta ordenar mis libros. Esparcidos por toda mi casa, tengo que hacer un
esfuerzo para no recordar dónde está el que busco. Así tengo que ir habitación por
habitación, por cada pila, por cada estante, volviendo a recorrer los lomos, una y otra vez.
Abrir algunos de ellos, releer algunas páginas, pasar mis dedos por la aspereza del papel
barato de las ediciones rústicas. Resbalar por el satinado de las ediciones de lujo. Sentir los
nervios del lomo de las ediciones antiguas. Las obras completas de Poe, Influence de
Cialdini, La vieja guardia de Scalzi, todo Blacksad, Dune de Herbert, el pequeño Managing
Oneself de Drucker, la edición ilustrada por Doré de El Quijote , El perfume de Süskind. En
este siempre tengo que pararme. Puedo dedicar horas a perderme buscando uno de mis
libros, disfrutando de estar rodeado de ellos.

Dio la última calada al cigarro y las cadenas volvieron a sonar al apagar la colilla
mientras exhalaba el humo con fuerza.

—Lo que no soporto es la gente que no tiene libros.

Vivir

 Si estoy aquí,          es porque empecé allí.